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lunes, 12 de octubre de 2020

ANTES Y DESPUÉS DE 1492...

 ANTES

El 12 de octubre es una fecha emblemática que nos enseñaron en el sistema educativo, como el día del descubrimiento de América, y después el día de la raza (cual raza) y nos destacaron como personaje protagónico a Don Cristóbal Colon y su lugarteniente Américo Vespucio, que en su honor le pusieron el nombre a este continente, originariamente llamado Abya Ayala. Pero hay otra historia que es poco conocida y no es una historia de descubrimiento ni de una raza por otra, sino una historia de contactos civilizatorios, diálogos culturales, y nos estamos refiriendo a la llegada de los marinos Mandingas (etnia Bambara) del antiguo imperio Mali, de África, a estas tierra de Aztecas, Nahuas, Caribes, Aymaras y Quechuas.

 Relaciones de amistad y comerciales antes de 1492 entre Africa y el Abya Yala antes de Cristofake "Saqueador" Columbus

¿Quién era Abubakari II?

Nuestra estadía como jefe de misión diplomática en Mali (2013-2014), nos permitió tener un acercamiento vivencial con los Jeli (hombres y mujeres de la tradición oral), también conocidos como Griots (nombre impuesto por los franceses). Ellos son guardianes de la historia y en unos de sus relatos hablan de un marino y explorador mandinga llamado Abubakari, el cual fue predecesor del hombre más rico en toda la historia de la humanidad llamado Mansa Kanko Musa (1280-1337) quien había realizado una peregrinación a Egipto y demostró allí su poderío en oro. Según el historiador Mandinga Gaoussou Diawara y el historiador senegalés Pathe Diagne y los Jeli de Mali, Abubakari II, nació en Niani, antigua capital del imperio Mandinga en la actual Guinea (antigua colonia francesa), fue unos de los Mansa o reyes que dio mucha estabilidad al imperio Mandinga y puso en práctica los principios de la primera carta sobre derechos humanos y, respeto a la mujer y respeto a la naturaleza. Esa Carta o constitución Mandinga se llamó la carta de Kurukan Fuga (1236). Abubakari se dedica a la ciencia y al estudio de los océanos y de las aguas en general y es en medio de esa investigación que va a crear una flota de barcos llamado Farafina para explorar el océano Atlántico, llegando hasta tierras Aztecas y hace contacto con esta civilización. El libro del historiador Guyanes, Ivan Van Sertima llamado ELLOS LLEGARON ANTES QUE COLON, viene a ratificar este contacto civilizatorio 180 años antes que Colon pisara estas tierras “americanas”.

En la medida que las y los investigadores militantes de las Américas y el Caribe y de África subsahariana continuemos deconstruyendo los mitos históricos denigrantes occidentales sobre nosotros, en esa medida iremos reencontrándonos con una historia liberadora, transformadora y no eurocéntrica.

Abubakari, según los historiadores mandingas, había salido de Senegal con 400 barcos y llego al otro lado del Atlántico según las historia de las corrientes oceánicas y había intercambiado con los aztecas regalos elementos comunes como el símbolo de la culebra llamada Quetzalcoalt similar a la culebra de siete cabezas llamada Vida (en Wagadou). Las divinidades del panteón azteca tienen similitud con las divinidades del Panteon mandinga como Dugudasiri (espíritu de la tierra), Funufunu (espíritu del viento), Takami (espíritu del fuego), todos elementos comunes de los pueblos Mayas e Incas tales como Viracocha, Inti, Illapa y Pachamama, según las comparaciones históricas realizadas por el profesor Diawara. Sehun el historiador Ganes Nana Kow Bondzie, después de la muerte de Abubakari II, estos contactos, muchos antes de la llegada de Colon a América, seguirían sucediendo con el imperio Songhai (1473-1492). Definitivamente la historia debe ser recontando desde nuestras propias subjetividades.

 


§  El Doctor Barry Fell de la Universidad de Harvard presentó en su libro Saga americana y América BC (1980) evidencia científica sólida que apoyaba la llegada, siglos antes de Colón, de fenicios, celtas, africanos, romanos y musulmanes del Norte y Oeste de África. El Doctor Fell descubrió la existencia de megalitos como los ibéricos e irlandeses, encontró ogham (la escritura druida y celta de Irlanda y España), monedas e inscripciones fenicias, y romanas y escuelas musulmanas en el Valle del Fuego en Perú, en Allan Springs, en Logomarsino, el Cañon Keyhole (Nevada), en Mesa Verde (Colorado), en el Valle Mimbres (Nuevo Mexico) y en Tipper Canoe (Indiana) en fechas próximas al 700-800.

§  En un antiquísimo Libro del Tíbet, se describe un mapa, en el que quedan situadas con precisión Jerusalén, Babilonia, el mar Caspio, y otros lugares. Heródoto, ya en el siglo V antes de Cristo, escribió que Aristágoras de Mileto poseía una tablilla, en la que estaban grabados los mares y las tierras. En la Universidad de Yale se guarda un mapa, fechado en el año 1440, que demuestra, sin lugar a duda alguna, que los vikingos llegaron a Groenlandia y a Canadá, siglos antes de que lo hiciera Cristofake Colón, como el famoso Erik el Rojo.

§  En la mayoría de culturas mesoamericanas, se aprecian jefes de tribus y reyes con barba blanca, nariz aguileña y pelo claro además de pelo en pecho, contrario a los imberbes indígenas. En el arte olmeca aparecen tanto negros, como orientales o seres barbudos europeos.

§  Los antropólogos han probado que los mandingas -siguiendo instrucciones de Mansa Musa- exploraron muchas partes de América del Norte a través del Mississipi y otros sistemas fluviales. En Four Corners, Arizona, hay escrituras que muestran que incluso llevaron elefantes africanos a la zona.

§  Durante su segundo viaje, los indios de la Española (Haití) le dijeron que había habido gente negra antes de su llegada a la isla, como prueban las grandes cabezas olmecas. Como prueba, le mostraron a Colón las lanzas de estos musulmanes Africanos.

§  Cristóbal Colón admitió en sus cartas que el Lunes, 21 de Octubre de 1492, cuando su barco navegaba cerca de Gibara al noreste de Cuba, vio una mezquita en la cima de una bella montaña. Las ruinas de mezquitas y minaretes con inscripciones de versos coránicos han sido descubiertas en Cuba, Méjico, Texas y Nevada.

§  Un conocido historiador y lingüista, Leo Weiner de la Universidad de Harvard, en su libro, África y el descubrimiento de América (1920) escribió que Colón estaba bien informado acerca de la presencia Mandinga en el Nuevo Mundo y que los musulmanes de África Occidental se habían extendido por todo el Caribe, y por los territorios de América del Norte, Sudamérica y América Central, incluyendo el Canadá, donde comerciaban y contraían matrimonio con los iroqueses y los indios algonquinos.

§  Un historiador y geógrafo musulmán, Abul-Hassan Ali Ibn Al-Hussain Al-Masudi (871-957), escribió en su libro Muruj adh-dhahab wa maadin aljawhar (Los prados de oro y las canteras de joyas) que durante el reinado del Califa Andalusí, Abdullah ibn Muhammad (888-912), un navegante musulmán, Jashjash Ibn Said Ibn Asuad, de Córdoba, zarpó de Delba (Palos) en el 889, cruzó el Atlántico, llegó a un territorio desconocido (ard majhula) y volvió con tesoros fabulosos.

§ Otro hallazgo más reciente demuestra un antiguo sistema de escritura Mandinga que se descubrio en el 2013, se trata de inscripciones halladas en rocas a lo largo de 5km  en la costa sudatlántica de Uruguay.


 

A finales de la primera década del siglo XIV el Mansa del Imperio de Mali Mandé Bukari II, a quien los árabes llamaron Abubakari II, que por entonces controlaba un vasto territorio del occidente africano, organizó y encabezó una flota de más de dos mil embarcaciones que, partiendo de las costas senegambianas, se aventuró a navegar las aguas del Océano Atlántico. Esta expedición transatlántica nunca regresó a tierras africanas, según narra el erudito egipcio Al-Umari en su obra Masalik al Absar fi mamalik al Amsar de 1342.

De manera sorprendente, Mandé Bukari II quedó relegado al anonimato en el repertorio de la historia oral atesorada por los griots. En 1976 el historiador, antropólogo y lingüista de origen guyanés, Ivan Van Sertima publicó una polémica obra titulada They Came Before Columbus: the African Presence in Ancient America, en la que defendía el origen africano de ciertas culturas mesoamericanas, a la vez que narraba la expedición marítima del Mansa de Mali. Trabajos más recientes, como los realizados por el lingüista y sociólogo senegalés Pathé Diagne así como los del malí Gaoussou Diawara, se han sumado a estas teorías sobre el contacto entre africanos y americanos precolombinos. El presente artículo pretende mostrar las teorías de estos tres autores quienes defienden la llegada de Mandé Bukari II a América, así como las sucintas respuestas que estas han recibido desde la Academia, al tiempo que se abre una ventana a la historia del imperio de Mali y a la reflexión en torno a un tema controvertido en la historia de las relaciones entre África y América.

 

 

ABUBAKARI II. EL EMPERADOR QUE PARTIÓ SOBRE
EL MAR. LA LLEGADA DEL IMPERIO DE MALI A
AMÉRICA A DEBATE

Resumen: A finales de la primera década del siglo XIV el Mansa del Imperio de
Mali Mandé Bukari II, a quien los árabes llamaron Abubakari II, que por entonces
controlaba un vasto territorio del occidente africano, organizó y encabezó una
flota de más de dos mil embarcaciones que, partiendo de las costas
senegambianas, se aventuró a navegar las aguas del Océano Atlántico. Esta
expedición transatlántica nunca regresó a tierras africanas, según narra el
erudito egipcio Al-Umari en su obra Masalik al Absar fi mamalik al Amsar de 1342.
De manera sorprendente, Mandé Bukari II quedó relegado al anonimato en el
repertorio de la historia oral atesorada por los griots. En 1976 el historiador,
antropólogo y lingüista de origen guyanés, Ivan Van Sertima publicó una
polémica obra titulada They Came Before Columbus: the African Presence in
Ancient America, en la que defendía el origen africano de ciertas culturas
mesoamericanas, a la vez que narraba la expedición marítima del Mansa de
Mali. Trabajos más recientes, como los realizados por el lingüista y sociólogo
senegalés Pathé Diagne así como los del malí Gaoussou Diawara, se han
sumado a estas teorías sobre el contacto entre africanos y americanos
precolombinos. El presente artículo pretende mostrar las teorías de estos tres
autores quienes defienden la llegada de Mandé Bukari II a América, así como
las sucintas respuestas que estas han recibido desde la Academia, al tiempo
que se abre una ventana a la historia del imperio de Mali y a la reflexión en torno
a un tema controvertido en la historia de las relaciones entre África y América.
Palabras clave: Imperio de Mali, Abubakari II, Navegación transatlántica,
Relaciones África-América, Conquista América.
Introducción: el imperio de Mali
El de Mali es quizá el imperio más representativo de lo que se conoce como
Época Clásica africana. El imperio perduró durante más de cuatro siglos (del XIII
al XVII) y su dominio territorial se extendió de oeste a este, desde las costas
atlánticas del África occidental hasta tierras Hausa en el norte de Nigeria, y de
norte a sur desde el Sahel hasta las lindes del bosque guineano. La mayoría de
los pueblos y sociedades del África Occidental formaron parte o bien
contactaron con este gran imperio.


 Al norte de las dos curvas divergentes que trazan los ríos Senegal y Níger,
nació durante el siglo IV d.C. el reino Sarakollé de Ghana que llegó a su apogeo
durante el siglo X, siendo el primero de los imperios sudaneses descritos por las
fuentes escritas y orales (Niane 1975: 31). Tras su desmembramiento, que durante
mucho tiempo se atribuyó de manera equivocada al ataque de los almorávides
(Conrad y Fisher, 1982 y 1983), se abrió un vacío de poder en el que diversos
grupos lucharon entre sí para tomar el lugar antes ocupado por Ghana. El más
destacado de ellos, por sus conquistas y sometimiento de otros pueblos, fueron
los soso. La historia oral habla de su líder, Sumaoro Kanté, como un herrero ducho
en las artes mágicas (Niane, 2011: 63). Sumaoro ocupó la cuenca alta del Níger,
entre Kangaba y Siguiri, en la región del Mandé, al sur del Mali actual, donde
destronó al soberano que gobernaba en aquel momento. En esa situación, los
ancianos del Mandé mandaron buscar a un príncipe en el exilio para reclamar
su ayuda. Su nombre era Sunyata Keita y en poco tiempo logró aglutinar en
torno a sí a un poderoso ejército con el que combatir a las tropas de Sumaoro.
El enfrentamiento final se dio en 1235 en la batalla de Kirina, localidad difícil de
situar, y se saldó con la victoria de los Manding. Tras esta batalla, Sunyata envió
a sus tropas a conquistar los lejanos reinos senegambianos bañados por el
Atlántico. Poco después, los diferentes jefes aprobaron el nombramiento de
Sunyata como Mansa, dando inicio a la dinastía Keita y al Imperio de Mali en
1240. En la asamblea fundacional se sentaron las bases administrativas por las
que se regiría el imperio (Niane, 1985 y 2008; Ki-Zerbo, 2011:193-197;). Los
sucesores de Sunyata continuaron con la voluntad de expansión de las fronteras
imperiales hasta los confines de Senegambia. El resultado de esas campañas
fue la apertura para Mali de una gran ventana al Océano Atlántico.
Se podría hablar largo y tendido sobre la estructura social y política del
Imperio de Mali pero ahora nos interesa poner de relieve el contacto que
mantuvo con el mundo. Dicho contacto, de manera resumida, se dio a través
de dos cauces: el comercio y la religión. Mali se articuló y sustentó su prestigio
sobre las rutas transaharianas, que controlaba y vigilaba. Bajo la hegemonía
mandinka, las relaciones comerciales entre el Sudán, la Tripolitania y Egipto se
intensificaron, y las ciudades sahelianas de Djenné y Tumbuctú se convirtieron
desde entonces en etapas indispensables, al tiempo que se transformaban en
centros comerciales de primera importancia. El grueso del comercio
transahariano se realizaba con oro y era Mali quien controlaba las zonas
productoras del metal aurífero (Galam, Bambuk, Buré y Bitu). El metal precioso,
que alimentó la vitalización monetaria árabe del siglo XIII (Iniesta, 2007: 182), era
intercambiado en el Magreb por tejidos, alfombras, sal y todo tipo de
manufacturas.
En los intercambios interiores el trueque parece que se impuso como
sistema dominante. Por otra parte, la sal, al tratarse de un producto raro en
territorios de sabana, resultó ser la moneda efectiva en los pequeños
intercambios (Niane, 1975: 67). En el este, en Gao, el cauri (la concha de un
molusco del océano Índico) predominaba sobre la sal pero su expansión fue
limitada hasta la llegada de los portugueses. El famoso viajero y erudito marroquí
Ibn Battuta también habla del cobre como moneda, aunque éste seguramente
era utilizado para las transacciones con el bosque meridional (Niane, 1975: 68-
69). Ibn Battuta destacó en repetidas ocasiones la riqueza del comercio y la
seguridad de los caminos del imperio. Incluso en el momento de señalar las
cualidades del vasto imperio de Mali, escribió que una de ellas era: “la total
seguridad en sus territorios, de manera que ni viajeros ni lugareños tienen que
temer a ladrones o salteadores” (Battuta 2005: 820). De esta manera la sabana
ofrecía sal, peces y cobre, productos que intercambiaban por aceite de palma,
oro y por nuez de cola, producto muy apreciado en toda el África occidental y
que el imperio también monopolizaba. Este comercio norte-sur estuvo
caracterizado por la infiltración de los comerciantes manding y diula en el sur,
actuando como portadores de la fe islámica por su contacto con los
comerciantes árabes y magrebíes y como difusores de la cultura manding
(Niane, 1975a: 69). En este aspecto, el islam facilitó al estado un soporte exterior
ideológico y económico (Iniesta, 2007: 121). Pero, entonces, ¿eran musulmanes
los manding? Las poblaciones que formaban parte del imperio de Mali se
mantuvieron fieles a sus religiones tradicionales, mientras que el mansa y los altos
dignatarios del estado abrazaron el Islam (Niane, 1975b: 247). Hay que tener en
cuenta que la figura del mansa no es la de un mero rey con poderes
administrativos y militares. Su rol dentro de la sociedad iba más allá, hasta la
esfera espiritual y religiosa. El mansa era visto por la población como un
elemento indispensable para la buena marcha de la sociedad. Era un
catalizador de fuerzas naturales y el enlace de éstas con la sociedad (Iniesta,
1983: 498). Era, al fin y al cabo, una especie de rey-dios. Este tipo de poder era
conocido como mansaya, un poder en el sentido de mando adquirido,
heredado. El título de mansa se reservaba al jefe cuyo poder era reconocido
como legítimo y desempeñaba un papel de árbitro (Konaré, 1983: 131-132). Por
lo que respecta a la fe musulmana del mansa, muy impregnada de religión
tradicional, la población la veía como un atributo más de su potencia mágica.
Por lo tanto, así como el mansa tenía unos privilegios, también estaba sujeto a
algunas constricciones y en caso de enfermedad, decrepitud o a raíz de algún
desastre natural, podía ver cómo su vida corría peligro (Iniesta, 200: 183).
Para cuando Ibn Battuta viajó por Mali a mediados del siglo XIV, el imperio
ya se había hecho famoso en el mundo musulmán debido al fastuoso
peregrinaje a la Meca que realizó uno de sus mansas, Kanku Musa. Su
peregrinaje tuvo lugar entre 1324 y 1325, y lo hizo acompañado por una
comitiva de miles de seguidores; 60.000 según el Tarij es-Sudan (Es Sa’di, 1964:
13), cargados de dos toneladas de oro en barra o polvo (Ki-Zerbo, 2011: 198). A
su paso por el Cairo asombró a sus gentes y repartió tal cantidad del metal
amarillo que provocó la devaluación del mismo, teniendo que pasar años para
que éste volviera a recuperar su valor anterior (Ki-Zerbo, 2011: 199). De este
modo, el reinado de Kanku Musa contribuyó al mito del oro sudanés que
alimentaría el Mediterráneo durante gran parte de los años venideros y avivaría
la codicia de marroquíes y portugueses, cuyas consecuencias se harían notar a
partir del siguiente siglo. De hecho, estos últimos llegaron a enviar dos
embajadas a la corte del mansa en los siglos siguientes (Ly-Tall, 1985: 200). Fue
precisamente durante su estancia en el Cairo cuando Kanku Musa habló sobre
su predecesor en el cargo y explicó que éste, Abubakari II, desapareció
intentando explorar el atlántico. Este es el relato que nos dejó escrito en su obra
publicada en 1342 el erudito egipcio Al-Umari tres décadas después del
supuesto viaje transatlántico. Su informante era Abu Hassan Ali, hijo del emir
Hajib, y quien mantuvo conversaciones con Kanku Musa en su estancia en el
Cairo, ciudad de la que él era gobernador. Ibn Amir Hajib continuó:
“Le pregunté al sultán Musa cómo se había convertido en sultán. Él contestó:
‘pertenecemos a una familia en la que el hijo sucede al padre en el poder. El rey
que me precedió no creía que fuera imposible alcanzar el límite extremo del Mar
Circundante; él quería alcanzarlo y se obstinó en su deseo. Así, equipó doscientos
barcos llenos de hombres y el mismo número repletos de oro, agua y víveres,
suficientes para varios años. Ordenó al almirante que no volviera hasta haber
alcanzado el extremo del océano, o si se agotaban las provisiones y el agua. Ellos
partieron. Su ausencia duró un largo periodo y, al fin, sólo un barco regresó.
Interrogamos al capitán sobre sus aventuras’. Él dijo: ‘Príncipe, navegamos
durante mucho tiempo, hasta que vimos en mitad del océano como si un gran río
estuviera fluyendo violentamente. Mi barco era el último; otros iban delante de mí.
Tan pronto como uno de ellos alcanzaba ese lugar, se sumergía en el remolino y
no volvía a salir a flote. Navegué hacia atrás para escapar a esa corriente’. Pero
el Sultán no podía creerle. Ordenó equipar mil barcos para él y sus hombres y mil
más para agua y víveres. Me concedió a mí la regencia durante su ausencia y
partió con sus hombres hacia el océano, para nunca volver o dar señales de vida”
(Al-Omari, 1927: 70-71). (Traducción al español de los autores).
Según este relato, en una primera expedición Abubakari II mandó equipar
doscientos barcos repletos de víveres y los envió a explorar los límites oceánicos.
De todos estos sólo un barco logró sobreponerse al desastre que las fuertes
mareas depararon a la flota imperial del Malí. Pese a todo, el Mansa volvió a
organizar una nueva expedición formada esta vez por dos mil embarcaciones.
Él mismo habría dirigido la segunda expedición, mucho mayor que la primera y
que jamás regresó (Niane, 1975b: 38). Antes de partir Mandé Bukari II dejó la
regencia del imperio a Kanku Musa quien reinó el gran imperio de Mali hasta
inicios de la década de 1330.
Pero, ¿qué sabemos sobre el reinado de Mandé Bukari II y su travesía
atlántica? El Mansa gobernó el imperio de Mali en la primera década del siglo
XIV y, más allá de la anécdota recogida por Al-Umari, no encontramos mucha
más información sobre él en las fuentes árabes escritas. Por lo que respecta a
las fuentes orales, éstas apenas lo evocan, como si a su figura lo envolviera una
especie de tabú (Diawara 2010: 22), o como si este soberano no fuese digno de
recordar, como sí fue el caso de su tío Sunyata Keita.
1.- El destino de Mandé Bukari II
Los autores que han dedicado trabajos a la figura de este mansa de Mali
son pocos. En este artículo nos centraremos en los tres principales historiadores
que han tratado el tema y que comparten una visión común sobre la expedición
de Mandé Bukari a principios del siglo XIV: el mansa llegó a América. El primer
autor que habló del mansa fue el guyanés Ivan Van Sertima, en la época
profesor en la Rutgers University, en su polémica obra They came before
Columbus de 1976, en la que habla de una presencia, e influencia, africana en
América desde tiempos antiguos. De hecho, apenas dedica dos capítulos al
episodio histórico que nos ocupa. Tras la obra de Van Sertima hubo un lapso
prolongado en la que no hubo producción historiográfica sobre el tema hasta
que en 1992 el lingüista e historiador senegalés Pathé Diagne publicó su libro
Bakari II (1312) et Christophe Colomb (1492) en 1992, reeditado en 2014 con el
subtítulo “À la rencontre de Tarana ou l’Amérique” y con cambios en sus
hipótesis ya anunciadas poco antes en su obra de 2010 Tarana ou l’Amérique
précolombienne, un continent africain. Por último, también en 2010, Gaoussou
Diawara, profesor en la Universidad de Bamako y caballero de la Ordre
Nationale du Mérite de Francia, publicó “Abubakari II: Explorateur mandingue”.
Con el fin de analizar y comparar las teorías de estos autores hemos
realizado una división en tres epígrafes: Mandé Bukari II, personaje y expedición,
en el que hablaremos de lo que los autores nos dicen sobre el mansa y la flota
que emprendió la expedición; Razones de la expedición, en el que
expondremos las motivaciones que los autores atribuyen al mansa; y Llegada a
América, donde indicaremos los supuestos lugares de llegada y lo que esto
supuso para las poblaciones del lugar.
Con la intención de analizar al personaje Mandé Bukari II, en el capítulo
que dedica al mansa, titulado “The mariner prince of Mali”, Van Sertima
defiende que su reconstrucción se basa en las fuentes árabes y en los
testimonios de los griots. Sin embargo, a lo largo del capítulo, que resulta ser una
reconstrucción histórica novelada en la que incluso el autor nos muestra los
pensamientos y recuerdos del protagonista (en este caso, Mandé Bukari II), las
fuentes árabes en las que se basa son dos: Al-Umari para el relato general de la
historia e Ibn Battuta para recrear elementos o situaciones de la corte imperial.
Por lo que respecta a los griots, solo hace referencia a un testimonio, publicado
por el historiador guineano Djibril Tamsir Niane, y lo utiliza para referirse a eventos
pasados protagonizados por el fundador del imperio, Sunyata.
Por su parte, Diawara aporta más elementos procedentes de la tradición
oral. El investigador malí cuenta una anécdota muy relevante al evocar el uso
de una expresión recurrente en las zonas rurales de Mali: “ha desaparecido
como Mandé Bukari Toma”, y que se usa para referirse a los niños que salían de
sus casas para hacer algún recado y que tardaban más de lo normal en regresar
(Diawara, 2010: 21). Bata Mandé Bori es otro de los nombres utilizados para
referirse al precursor del Mansa Kanku Musa, un nombre muy significativo ya que
quiere decir “el que partió sobre el agua” (Ibid.: 13). En una de las entrevistas
que Diawara mantuvo con griots del ámbito mandinka (en Mali, Senegal,
Gambia y Guinea Conakry), uno de ellos le dijo “es un emperador que cambió
el trono imperial por la piragua de descubridor” (Ibid.: 21). Según Diawara,
Mandé Bukari II llegó a crear un ministerio del agua, llamado Ji Mansa Bonda,
dedicado a los espacios fluviales del imperio. Su vínculo con el sector marítimo
y naval fue ganando importancia y estimuló el desarrollo económico de Mali,
así como sus intercambios comerciales (Ibid.: 74).
Incluso creó una flota, llamada Farafina, que fue la que envió hacia las
aguas del oeste. Mandé Bukari II, sin embargo, no fue el primer Mansa de Mali
en crear una flota. Sunyata, el fundador del imperio, construyó una flotilla de
piraguas para navegar el río Djoliba (Níger). Según el tradicionalista Wâ
Kamissoko, Sunyata quería que Mali se abriera al mundo, sobre todo a las
ciudades del este (Cissé y Kamissoko, 1991: 56). Mandé Bukari II tomó la iniciativa
de su tío y la viró hacia el oeste, hacia aguas atlánticas. En uno de estos relatos
recogidos por Diawara se muestran las plegarias que los griots dedicaron a
Mandé Bukari para que no dejara huérfano el Mandé (Diawara 2010: 50):
Qui saura qui tu es, ô grand boa
Protecteur du village?
Te trouveras-tu, mandé Bukari
Un père ou une mère dans les
lointains impies?
Veille sur le trône de tes ancêtres
Qui ont porté l'honneur au-delà de la
mort.
Ici ont vécu Bukari et Kankou
Ton père et ta mère qui vivront
immortels.
N'écoute pas l'appel de grands
larges
L'eau salée t'attire parce qu'elle
est jalouse de ta grandeur!
2.- Otros temas
Otro tema controvertido en torno al mansa es si era o no un ferviente
musulmán. Según Van Sertima no lo era, pese a que se rodeaba de aquellos
sabios musulmanes que comulgaban con sus ideas sobre un mundo allende del
mar (Van Sertima, 1976: 43-44). Por el contrario, Diagne argumenta que era un
ferviente musulmán y que, antes de convertirse en mansa, había visitado el
Cairo donde habría mostrado a los ulemas una grafía manding para traducir el
Corán (Diagne, 2010: 172). Posteriormente invitó a sabios musulmanes a Mali,
entre los que destacaba Ibrahim Ismaël, quien habría sido el principal cartógrafo
y navegante de su expedición marítima (Ibid.: 172).
Ambos autores también confrontan opiniones sobre la situación política
del imperio. Mientras Van Sertima argumenta que reinaba la paz y que esto
permitió realizar el proyecto de construcción naval (Van Sertima, 1976: 47),
Diagne arguye que la expedición se produjo en un momento de tensión militar
en las fronteras senegambianas y orientales del imperio, cosa que provocó el
descontento de sectores de la población que veían al mansa desatender sus
obligaciones y llevarse consigo brazos necesarios en los diversos frentes abiertos
(Diagne, 2010: 174). Otra cuestión apuntada por Van Sertima es la construcción
de megalitos a lo largo de las orillas gambianas mientras la flota acababa de
construirse (la flota habría salido del río Gambia) y que habrían tenido la función
de realizar cálculos astronómicos con vistas a la posterior navegación
transatlántica (Van Sertima, 1976: 47).
Por último, es importante mencionar que las teorías de Diagne descansan
principalmente en un argumento cartográfico. Según el historiador senegalés,
el mansa de Mali representado en el Atlas Catalán de 1375 y en el mapa de
Viladestes de 1413 es Mandé Bukari II, cosa que explica que su efigie esté
orientada hacia el oeste, hacia el océano Atlántico (Diagne, 1992: 105).
Además, en estos mapas, en la costa que se encuentra delante del mansa,
aparece una embarcación que Diagne defiende que fue la utilizada por la
expedición del mansa (un gaal lébu). Diagne habla de una tradición de
navegación en el oeste africano muy antigua, especialmente llevada a cabo
por los lébus de Senegambia, de la que bebió Mandé Bukari II. Incluso dice que
el mansa de Mali no inventó el periplo (Ibid.: 108) y que la carabela es una
adaptación del gaal africano (Ibid.: 112). Esta teoría de una embarcación
compleja choca con lo que defienden Diawara y Van Sertima. De hecho,
Diagne reprocha a este último querer justificar la posibilidad de llegar desde
África hasta América con embarcaciones simples (Ibid.: 113). Tanto el autor
guyanés como Diawara hacen referencia al ejemplo del explorador noruego
Thor Heyerdahl, quien construyó un bote con los materiales que habrían podido
utilizar los antiguos egipcios y partió en 1970 de Marruecos alcanzando las islas
Barbados en poco menos de dos meses.
Las razones de la expedición son variadas. Los motivos que llevaron a
Mandé Bukari II a emprender las expediciones marítimas son diversas según los
autores. Van Sertima, mediante licencias literarias que evocan los pensamientos
y recuerdos del mansa, nos muestra un interés por el agua desde su infancia.
Otro argumento que esgrime para explicar la decisión de construir una flota con
la que navegar el Atlántico es la mención de un pescador venido del oeste
hasta la corte del mansa de la existencia de unas islas en el océano, es decir,
de tierra más allá del horizonte, cosa que aviva el deseo exploratorio de Mandé
Bukari II. Este último hecho, que podría ser un suceso anecdótico de un calado
esencial, no se encuentra apoyado por la citación a ninguna fuente concreta
(Van Sertima, 1976: 46). Diagne, por su parte, pese a que en 1992 decía que la
gesta de Mandé Bukari II no obedecía a ninguna presión interna o externa, en
sus trabajos más recientes, basados en la transcripción de una tradición oral
recogida bajo el título de Chronique Mandeng de Fabuhari, explica que éste
recibió presiones de su séquito islamizado y que, además, tenía una clara
intención de proselitismo religioso, de llevar el Islam más allá del océano
(Diagne, 2010: 173). Pero Diagne va más allá y sugiere la posibilidad de que la
primera expedición no fracasó, sino que el barco que volvió lo hizo para informar
de que habían avistado tierra. Este hecho habría motivado la gran expedición
posterior encabezada por el propio mansa. Que Kanku Musa dijera en el Cairo
que la flota había desaparecido, según Diagne, se debería a que quería alejar
de los poderes orientales la idea de tierra más allá del océano, un lugar que Mali
ambicionaba y no deseaba compartir (Ibid.: 114). Pese a todo, los tres autores
coinciden en que la empresa llevada a cabo por Mandé Bukari II seguía la línea
iniciada por Sunyata Keita de extender los límites del imperio.
La llegada a América es el punto de mayor confluencia entre los autores.
Todos coinciden en que la flota de Mandé Bukari II llegó a América y que tuvo
una influencia reseñable, cuando no esencial, en el desarrollo de algunas
culturas amerindias. En un principio, los tres autores defienden el desembarco
en las costas mexicanas. De hecho, Van Sertima afirma que las poblaciones
locales, al ver llegar a Mandé Bukari II, lo asociaron con la deidad Quetzalcoatl,
una de cuyas representaciones era un hombre blanco (el autor dice que el
blanco hace referencia al atuendo que llevaba el mansa y no al color de piel)
y barbudo. De esta manera, Mandé Bukari II habría sido una especie de
precedente de Hernán Cortés (Van Sertima, 1976: 73-74). Además, el autor
guyanés habla de la presencia de comerciantes mandinkas en la zona de
México. De hecho, dice que los mismos pochtecas procedían de Mali y que el
dios Ekchuah era de inspiración mandinka (Ibid.: 100). Por otra parte, señala
similitudes entre el culto al hombre coyote entre los amanteca y el culto al
hombre hiena entre los bámbaras de Mali, así como en sus rituales. El culto en
bámbara era llamado nama y su sacerdote el nama-tigi o aman-tigi. Esto le sirve
para defender que amanteca proviene de esta palabra de origen malí (Ibid.:
96). En esta línea, habla de multitud de objetos cuyos nombres tendrían una
procedencia en las lenguas manding como maxtli, que en nahuatl haría
referencia a una pieza de ropa que cubría la desnudez de la cintura y que
provendría del mandinka masiti, “adorno” y del bámbara masirili, “ornamento”.
Por último, Diawara participó en un proyecto noruego llamado “Sur les
traces d’Abubakari II” y que en 1999 financió investigaciones sobre el terreno.
Dicho proyecto culminó en unas conferencias en Oslo en las que diversos
investigadores aportaron nuevas informaciones sobre el tema. Uno de ellos,
llamado Bjorn Roar Bye, afirmó que, tras diversos análisis efectuados a los
metales que incorporaban los objetos de arte que Cristóbal Colón trajo consigo
a España después de su primera expedición, tanto el oro, como el hierro y el
bronce que estos contenían no procedían del subsuelo americano, sino de la
cuenca aurífera minera del Mandé (Diawara, 2010: 76-77).
Finalmente, Diagne apoya la tesis de la presencia e influencia africana en
América desde tiempos antiguos, siendo el caso de Mandé Bukari II uno más de
una larga tradición de contactos. Ve en muchas palabras en lenguas
amerindias indicios de un origen africano. Además, en sus últimas obras, cuyos
postulados cambian ligeramente debido a la mencionada Chronique
Mandeng de Fabuhari, nos dice que Mandé Bukari II bautizó el lugar del
desembarco en honor a su cartógrafo principal, Ibrahim Ismaël, que por
deformación equivaldría a Barasil/Brasil (Diagne, 2010:174). Por lo tanto, vemos
que Diagne ha cambiado en sus últimos trabajos la costa mexicana por la
brasileña.
3.- Respuestas desde la Academia
Unas teorías de este tipo resultan cuanto menos controvertidas, por lo que
no sería raro encontrarnos con una lista de artículos científicos que se hubieran
detenido a refutar las hipótesis de los autores mencionados, sobre todo de Van
Sertima y Diagne, quienes tienen más impacto internacional. Sin embargo, las
respuestas desde la Academia han sido casi inexistentes. En el caso de Diagne
no hemos encontrado ningún autor que se haya molestado en rebatirlo, pese a
que algunos de sus postulados resultan fáciles de contradecir tal y como
apuntaremos en nuestras conclusiones. Por lo que se refiere a Van Sertima, tras
la publicación de su obra en 1976 se escribieron algunas breves reviews que
criticaban su metodología e intencionalidad (Davis, 1978: 147-150). No fue hasta
el año 1997 cuando diversos autores decidieron escribir una crítica ordenada y
sistemática de su trabajo, sobre todo en lo referente a la influencia africana en
la cultura olmeca. El artículo se publicó en la revista Current Anthropology bajo
el título “Robbing Native American Cultures: Van Sertima’s Afrocentricity and the
Olmecs” (Haslip-Viera, Ortiz de Montellano, Barbour, 1997). Este artículo se
caracteriza por un tono agresivo contra las tesis de Van Sertima en particular y
el movimiento afrocentrista en general. Los autores dedican la mayoría del texto
a rebatir las tesis referentes a la supuesta primera llegada de africanos desde
Nubia a tierras americanas. Al tema de Abubakari II sólo se lo menciona en un
pequeño párrafo y ya no se vuelve a traer a colación (Haslip-Viera, Ortiz de
Montellano, Barbour, 1997: 421).
Esto es debido a la decisión tomada por los autores de limitar su discusión
“to the most important claims and the most convincing types of evidence”
(Haslip-Viera, Ortiz de Montellano, Barbour, 1997: 422). En resumen, los autores
defienden que las tesis de Van Sertima no tienen ningún fundamento. Lo hacen
de manera vehemente sosteniendo sus argumentos en cuatro ejes principales.
El primero, que no se ha encontrado ningún artefacto genuinamente africano
en ninguna excavación arqueológica en América. Segundo, que la presencia
de plantas de origen africano demuestra un contacto entre África y el
continente americano, pero que este se produjo tan atrás en el tiempo que no
pudo deberse a la acción humana y, por lo tanto, es irrelevante para el
contacto entre egipcios y olmecas del que habla Van Sertima. Tercero, las
cabezas olmecas fueron esculpidas en una fecha que precede a la llegada de
los supuestos modelos. Y a esto añaden que los rasgos físicos de los nubios no se
parecen a los de las cabezas. Por último, arguyen que las afirmaciones de una
difusión de la construcción piramidal o de la momificación son también falaces
(Haslip-Viera, Ortiz de Montellano, Barbour, 1997: 419). En definitiva, los
argumentos desplegados por los autores, pese a conllevar un larvado encono
hacia Van Sertima, parecen confirmar que el escritor de origen guyanés erró en
sus apreciaciones sobre el pretendido contacto de africanos con los olmecas.
Sin embargo, no hacen referencia a argumentos que combatan el supuesto
contacto entre la flota de Abubakari II y las sociedades americanas.
A lo largo del período de investigación en el que nos adentramos en el
momento de escoger este tema hemos tratado de acceder a todas las fuentes
primarias de las que se han servido los tres autores sobre los que ha girado
nuestro artículo. Hemos podido consultar algunas de ellas, pero otras, incluso tras
una estancia en Mali de varios meses, han sido imposibles de encontrar. Sin
embargo, tras el estudio tanto de las fuentes primarias disponibles como de las
secundarias, creemos que lo más adecuado es terminar este artículo
redactando una crítica argumentada a algunas de las teorías expuestas en los
puntos anteriores. Con ello no pretendemos socavar el prestigio de los autores a
los que hacemos referencia ni demostrar nuestra sapiencia intelectual, pero
creemos que, como miembros de la Academia, es nuestro deber contestar de
manera científica unos postulados polémicos que todavía hoy no han sido
considerados. Esta ausencia de respuesta, en nuestra opinión, sólo puede
deberse a dos motivos: uno, que las hipótesis de los autores sean difíciles de
refutar, cosa que no pensamos; y dos, que los investigadores menosprecien
estas teorías y no consideren útil dedicar su tiempo a contestarlas. Como
africanistas creemos que es importante tratar este tipo de trabajos con seriedad
y rigor en un momento en el que los llamados Black Studies, sobre todo en
Estados Unidos de América, están empezando a ganar protagonismo y a
desplazar a los estudios africanos en su sentido más amplio. El estudio de las
culturas y sociedades africanas empieza a ser relegado por el estudio basado
en el color de la piel, una radicalización intelectual que gana adeptos, sobre
todo entre los afroamericanos, de manera progresiva en un contexto de tensión
racial creciente como el de Estados Unidos.
En primer lugar, el capítulo que Van Sertima dedica a Mandé Bukari II es,
como ya hemos mencionado, de estilo novelesco y toma licencias literarias. Por
otro lado, en este capítulo destacan la escasez de fuentes utilizadas tanto
escritas (Al-Umari e Ibn Battuta) como orales (la epopeya de Sunyata transcrita
por Niane). Por otra parte, el autor guyanés defiende que los megalitos
senegambianos se erigieron durante el proceso de construcción de la flota con
el objetivo de realizar cálculos astronómicos para la posterior navegación. Sin
embargo, las últimas investigaciones sobre el megalitismo senegambiano suelen
datar el fenómeno entre el siglo VII y el XV. La mayoría de megalitos, además,
señalan lugares de enterramiento y parecen haber tenido una larga función
ritual (Laporte, Bocoum, Cros, Delvoye, Bernard, Diallo, Diop, Kane, Dartois,
Lejay, Bertin y Quesnel, 2012: 410). Finalmente, pese a que en ningún caso somos
expertos en lingüística, una de las palabras que Van Sertima defiende que tiene
un origen africano “tianquizco”, que designaría un lugar de mercado,
provendría de la palabra oeste-africana “tangomao”. Esta palabra designaba
a los comerciantes portugueses que se integraban en las sociedades africanas
como intermediarios con los europeos. Por lo tanto, la palabra no puede ser
anterior al siglo XV y pretender que fueron comerciantes mandinkas quienes la
llevaron a América supone un error de apreciación cronológica y de
interpretación.
Respecto a Diawara, a lo largo de su breve libro destaca la ausencia de
fuentes citadas. En muchas ocasiones se citan tesis defendidas y presentadas
en el Congreso de Oslo de 1999. Hemos intentando obtener información sobre
este congreso pero no hemos podido acceder a ella, ni siquiera a unas actas
del mismo. Por ejemplo, lo que expone sobre los objetos traídos por Colón y
conformados con materiales de las cuencas mineras del Mandé sería una
prueba clave en el desarrollo de la hipótesis que defiende la llegada de Mandé
Bakari II a América. No obstante, no hemos encontrado ninguna referencia al
estudio que cita Diawara y que también fue presentado en el congreso de la
capital noruega. Por último, Diawara no esconde que a través de la figura del
mansa de Mali pretende extraer lecciones para el presente: que los
gobernantes africanos no se eternicen en el poder en aras de un bien mayor,
como la exploración y el saber científico en el caso de Mandé Bukari II.
Por último, Diagne presenta cambios en sus hipótesis debido a la
publicación de la Chronique Mandeng de Fabuhari, a la que tratamos de
acceder en Bamako pero no encontramos en ninguna biblioteca. Del autor
senegalés es prudente observar su voluntad férrea por demostrar el hecho de la
llegada de Mandé Bukari a América. En el año 1992, el estado senegalés creó
dos sellos, uno de 100 francos cfa y otro de 145. En el primero se mostraba la
efigie del mansa de Mali del Atlas Catalán de 1375 sobre la leyenda “Bakari II”.
En el segundo se mostraba el mapa de Viladestes de 1914 y las famosas cabezas
olmecas de Veracruz. También en esas fechas Diagne había instigado un
proceso de construcción de varias embarcaciones a lo que él consideraba
imagen y semejanza de las construidas por Mandé Bukari II y que debían
comprobar si era posible llegar a América con ellas desde Senegambia (Loude,
1994: 81). No hay constancia que este proyecto se llevara a cabo.
No obstante, lo más llamativo de las teorías de Diagne es el eje sobre el
que descansa gran parte de su argumentación: la cartografía mallorquina.
Diagne defiende que tanto el Atlas Catalán de 1375 como el mapa de
Viladestes de 1413 representan a Mandé Bukari II, incluso llega a decir que este
último mapa muestra la relación explícita del viaje transatlántico. No obstante,
la historiografía siempre ha considerado que estos mapas representan a Kanku
Musa, que se hizo famoso por la cantidad de oro que llevaba en su paso por el
Cairo. De hecho, en el atlas de 1375 la leyenda reza: “Este señor negro es
llamado Muza Melly, señor de los negros de Guinea. Este es el rey más rico y más
noble señor de toda esta región, por la abundancia en oro, que fertiliza su
tierra”. Por otro lado, en el mapa de 1413 bajo la efigie del mansa de Mali hay
escrito en letras doradas: Rex Musa Melli. Por lo tanto, ambas piezas
cartográficas hacen referencia a Kanku Musa y no a Mandé Bukari II como
pretende Diagne. Por otra parte, Diagne también aduce que el barco que
aparece en la costa frente al mansa de Mali es un gaal lébu, el tipo de
embarcación utilizada por la flota malí. Sin embargo, el investigador senegalés
Yoro Fall explica que dicho barco representa la expedición de un tal Jaume
Ferrer que se aventuró por las costas africanas y no volvió. De hecho, en el barco
vemos ondear la bandera aragonesa. De esta manera, el principal argumento
esgrimido por Diagne para defender la llegada de Mandé Bukari II a América,
proeza que le habría granjeado la admiración de Oriente y Occidente, parece
a todas luces equivocado.
Conclusiones
Hay indicios para pensar que existió la expedición (fuentes escritas como
Al-Umari, genealogías reales recogidas en fuentes escritas árabes, fuentes
orales) pero no las hay para defender con convicción que llegó a América y,
más todavía, que influenció a los pueblos amerindios.
No podemos evitar preguntarnos por qué Mandé Bukari II apenas aparece
en los relatos de los griots. Diagne explica que cincuenta años tras su partida, el
relato de su nombre e historia fue prohibido bajo pena de muerte (Diagne, 2010:
174). Pero nosotros nos inclinamos por otra teoría, atisbada por Diawara, y que
nos parece más probable. Mandé Bukari II era mansa de Mali y, como tal, tenía
unas obligaciones simbólico-religiosas que decidió abandonar al emprender la
expedición. Este hecho pudo haber sido recibido de forma muy negativa por la
población y pudo haber provocado la decisión de los tradicionalistas de relegar
la figura del mansa al olvido. Es muy probable que la flota de Mandé Bukari II no
fuera de las dimensiones recogidas por Al-Umari y es posible que naufragara en
el océano atlántico. La pregunta de qué ocurrió con este misterioso mansa de
Mali seguirá en el aire durante mucho tiempo. Por el momento lo único que
podemos decir, y ni siquiera tenemos una confirmación absoluta sobre ello, es
que Mandé Bukari II fue el emperador que partió sobre el mar.
Fuente:
Xavier Puigserver Blasco
Eric Garcia Moral
Universitat de Barcelona

 

Thor Heyerdahl zarpa de Marruecos en el barco Papyrus Ra II, llegando a  Barbados el 17 de mayo de 1970. Con esto queda demostrado que los viajes si fueron posibles. Accese aquí para ver el artículo

DESPUÉS

Sobre Cristofake Colón y sus atrocidades hacia el tráfico de personas esclavizadas ya hemos hablado en otros artículos AQUI

¿Si Cristóbal Colón estuviera vivo hoy, sería juzgado por crímenes contra la humanidad?

El Reino de terror de Colón es uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia.

Sorprendentemente, Colón supervisó la venta de niñas nativas a la esclavitud sexual. Las niñas de 9 a 10 años eran las más deseadas por sus hombres. En 1500, Colón escribió casualmente sobre ello en su diario. Dijo:

"Cien castillos son tan fáciles de conseguir para una mujer como para una granja, y esto es muy general y hay muchos traficantes que buscan niñas; las de nueve a diez años están ahora en demanda."

Obligó a estos pacíficos nativos a trabajar en sus minas de oro hasta que murieron de agotamiento. Si un trabajador "indio" no entregaba toda su cuota de polvo de oro antes de la fecha límite de Colón, los soldados le cortaban las manos y se las ataban al cuello para enviar un mensaje. La esclavitud era tan intolerable para esta dulce y gentil gente de la isla que en un momento cien de ellos se suicidaron en masa. La ley católica prohibía la esclavitud de los cristianos, pero Colón resolvió este problema. Simplemente se negó a bautizar a los nativos de La Española.

En su segundo viaje al Nuevo Mundo, Colón trajo cañones y perros de ataque. Si un nativo se resistiera a la esclavitud, le cortaría una nariz o una oreja. Si los esclavos trataban de escapar, Colón los quemaba vivos. Otras veces, enviaba perros de ataque para cazarlos, y los perros arrancaban los brazos y las piernas de los nativos que gritaban mientras aún estaban vivos. Si los españoles se quedaron sin carne para alimentar a los perros, los bebés arahuacos fueron matados para comer.

Los actos de crueldad de Colón fueron tan indecibles y tan legendarios - incluso en su época - que el gobernador Francisco De Bobadilla arrestó a Colón y a sus dos hermanos, los ató con cadenas y los envió a España para que respondieran por sus crímenes contra los arahuacos. Pero el rey y la reina de España, con su tesoro lleno de oro, perdonaron a Colón y lo liberaron.

Uno de los hombres de Colón, Bartolomé De Las Casas, estaba tan mortificado por las brutales atrocidades de Colón contra los nativos que dejó de trabajar para Colón y se convirtió en un sacerdote católico. Describió cómo los españoles bajo el mando de Colón cortaban las piernas de los niños que huían de ellos para probar el filo de sus cuchillas. Según De Las Casas, los hombres hacían apuestas sobre quién, con un solo golpe de su espada, podía cortar a una persona por la mitad.

Dice que los hombres de Colón derramaron gente llena de jabón hirviendo. En un solo día, De Las Casas fue testigo ocular cuando los soldados españoles desmembraron, decapitaron o violaron a 3000 nativos. "Se cometieron tales inhumanidades y barbaridades a mis ojos como ninguna edad puede ser paralela", escribió De Las Casas. "Mis ojos han visto estos actos tan extraños a la naturaleza humana que ahora tiemblo mientras escribo."

De Las Casas pasó el resto de su vida tratando de proteger a los indefensos nativos. Pero después de un tiempo, no quedaban nativos que proteger. Los expertos coinciden en general en que antes de 1492, la población de la isla de La Española probablemente superaba los 3 millones de habitantes. A los 20 años de la llegada de España, se redujo a sólo 60.000. En 50 años, no se pudo encontrar ni un solo habitante nativo original.

En 1516, el historiador español Pedro Mártir escribió:

"Un barco sin brújula, gráfico o guía, pero sólo siguiendo el rastro de los indios muertos que habían sido arrojados de los barcos donde podían encontrar su camino desde las Bahamas hasta La Española."

Cristóbal Colón obtuvo la mayor parte de sus ingresos de la esclavitud, observó De Las Casas. De hecho, Colón fue el primer traficante de esclavos de las Américas. Cuando los esclavos nativos murieron, fueron reemplazados por esclavos negros. El hijo de Colón se convirtió en el primer comerciante de esclavos africano en 1505.

Fuentes: Trata de esclavos -asesinos en masa- colón central irlandés- Libro de Todorov la conquista de America. Estractos de Bartolome de las Casas.

Fuente: #FelipeOrozco

NADA QUE CELEBRAR!










 


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